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La Bomba Creativa TAREA FINAL PARA EL CURSO DE AABBCC[1] |
Es innegable la
deficiente atención que nuestro sistema escolar presta a los AACC. Las lagunas
en la conceptualización y por tanto en la identificación y en los distintos
modelos de asistencia vigentes, bastarían para justificar la demanda de más
cursos de formación docente a las autoridades. Pero es que, por otro lado, esta
problemática pone de relieve el problema del escaso uso de los talentos
individuales que se está haciendo en nuestra sociedad y nos introduce de lleno
en el debate cultural sobre el aprovechamiento de los recursos públicos.
Para que las AC
cristalicen en ejecuciones geniales ha de darse un ambiente adecuado.
Básicamente se sigue la excelencia cuando concurren, con las dotes
intelectuales, la fortaleza interior (que da cuenta de la tenacidad) y un
ambiente familiar y escolar propicio.
Ahora bien, la preocupación actual por los AACC mal atendidos
aparece en el contexto de una tensión social extra provocada por la crisis; un
contexto nuevo que se podría describir como “confuso”.
En los primeros años de ese marco primaron el
asombro, el temor y la indignación y ya después y en el momento actual, aparece
una balbuciente toma de conciencia de que estamos ante un panorama nuevo,
incierto y desconcertante y peligroso.
Por un lado se ve la potencialidad de la era digital
pero al mismo tiempo se constata un empobrecimiento de la economía; se es
consciente del imperio de las TIC, pero se sufre un deterioro comunicativo e
informativo. En general, el esperanzador horizonte del que nos llegan brillos se ve entre brumas de elementos
tóxicos.
El pretendido debate educativo que permitirá fijar
los nuevos parámetros educativos, no existe en realidad. A través de redes y
plataformas informativas nos hacemos la ilusión de tomar parte en esa
discusión. Con brillantes intervenciones de doctas personas de las que nunca
antes habíamos oído hablar, vemos aparecer en el estrado poderosos defensores
de nuestros puntos de vista y concebimos esperanzas de que serán tenidos en
cuenta.
Pero no es así. No hay debate, ni cambio, ni
noticias. O si acaso, un leve rumor de protesta queriendo hacerse oír en un mar
embravecido.
Las campañas mediáticas cumplen una función
reguladora de la opinión pública pero en ningún caso son el ágora democrática.
La pugna por hacer de la educación un instrumento de emancipación de los
pueblos y un motor de verdadera ciudadanía, se da en la arena del ruedo y los
contendientes son dramáticamente desiguales. En el día a día se ve la verdad de
lo que está ocurriendo. Media un abismo entre lo que se oye en los medios y lo
que se vive a pie de calle, que es que no estamos en un impasse sino que se nos
está apretando cada vez más el cinturón.
Esas fantasías de Finlandia y Singapur son señuelos.
No son panaceas sino caminos de servidumbre; y no hay creatividad que valga
salvo la de llenar los bolsillos de los mercaderes. El itinerario que salga de
las nuevas leyes de educación no será hacia la libertad sino hacia el ocaso; es
decir, los fuertes podrán salir remando de la corriente aunque sólo para morir
en orillas más lejanas, mientras que muchos otros no conseguirán siquiera
despegarse del fango inicial y en él se ahogarán.
En ese contexto hay que observar las propuestas del
tema de nuestro curso.
Para empezar, ya no nos es útil el acercamiento al
modo clásico, es decir, como si se tratara de una serie de contenidos teóricos
fiables cuya asimilación fuera a resolver parte de las dificultades del
problema en cuestión. En primer lugar porque llevamos décadas intentando seguir
ese esquema de mejora de la educación sin conseguirlo y no parece que ahora,
cuando todo se está cuestionando, vaya a dar resultado esa aproximación. Otra
cosa es que, a título personal, le pueda interesar a alguno estar informado
sobre los temas que estudian los profesores universitarios.
El asunto es complejo y no tiene un análisis único y
ni siquiera fiable. Me explico.
Por de pronto, si entre todos metiéramos con fuerza
la problemática de los AACC en la parrilla de los temas educativos candentes,
no serían pocos los padres que con razón, y con ansiedad, exigirían para
ciertas aptitudes de sus hijos un tratamiento diverso y especial. Pero eso, por
el hecho de tener los profesores escaso reconocimiento social y tener la
educación un margen amplio para la opinión, terminaría por introducir en las
aulas una mayor inestabilidad.
Sobre el papel parece sensato y justificado asimilar
los conceptos estudiados por otros y dar pasos para integrarlos en nuestra
práctica docente. Sin embargo, como ya he dicho, la experiencia en este sentido
aconseja prudencia. Se corre el riesgo de cooperar con la estrategia de
enturbiar el ambiente para que hagan su agosto los malos pescadores.
Alegar que “no se pueden desperdiciar talentos que
son la verdadera riqueza” cuenta en principio con la aprobación general. ¡Quién
lo iba a negar! Pero si nos paramos a pensar qué estamos diciendo con eso, nos
encontraremos de nuevo la duda sobre la conveniencia de arrojar esa tea
encendida al fuego del debate mediático.
Los talentos son a la sociedad como las jóvenes
promesas de la cantera al equipo titular. No es la cantera la que marca la
línea del equipo, sino al contrario: es la sociedad la que dice qué talentos
valen y cuáles no.
Ken Robinson (U.K. 1950), el actual gurú de la
educación, también habla de riqueza, diciendo que nuestro futuro pasa por una
nueva visión de la ecología humana, en la que reconstituyamos nuestra
concepción de la riqueza humana… La imaginación es un don precioso que nos puede ayudar a evitar los errores que
hoy padecemos, y esa capacidad creativa
es nuestra riqueza y nuestros hijos nuestra esperanza. Y hasta ahí todos de
acuerdo.
Durante el
estudio del material de este curso seguí un enlace a las famosas charlas TED, concebidas para inspirar y dinamizar
la iniciativa emprendedora. Fue así como conocí a Ken Robinson, en la charla
que dio en el 2006 y que le lanzó a la fama. Luego, picado en la curiosidad,
escuché también la siguiente, la de 2010. Ambas charlas empezaban con la
constatación de que nuestra educación aleja a muchas personas de sus talentos
naturales, por lo que la crisis actual es más una crisis de RRHH que de
recursos materiales. Para Ken, uno de los verdaderos desafíos que tenemos es
innovar de raíz en educación y el gran obstáculo, la tiranía del pensamiento
mayoritario. En su discurso destaca:
-Un problema: Nuestras viejas ideas del mundo.
-Una carencia: La falta de pasión, de energía para vivir.
-Un reto: Reconstituir nuestro sentido del talento,
superando su identificación con lo académico.
-Una tarea: Pasar del modelo industrial actual a uno
agrícola (la cosecha es impredecible, lo único que está en nuestras manos es
preparar el terreno para que el talento fructifique).
Según Ken, la respuesta para el futuro es la
personalización de la educación, en cambio, lo que constatamos a diario es un
movimiento en sentido contrario. Si esto es así: ¿quién le pone el cascabel al
gato?...Tal vez un tercer Abrahán[2]
¿por qué no?
Fue un hallazgo y un
placer conocer a Ken en su charla del 2006; disfruté realmente escuchándole,
como me imagino que les habrá pasado a la mayor parte de los casi 40 millones
de personas que lo han visto y oído. Habiendo meditado mucho esa experiencia,
tengo para mí que aquel acto fue uno de los últimos destellos del gran sueño
americano. La exuberancia creativa de una generación -representada por un
profesor británico de 55 años hablando a líderes del TED- aplicada al análisis
de la educación que a ellos les había encumbrado, no podía por menos de estar
empapada de humor y auto-complacencia. Las vías de agua que se notificaban no se veían como una amenaza para el buque
nodriza y el optimismo reinante hacía pensar a aquellas personas que sería
buena una reforma que llevara a un mayor número de ciudadanos a disfrutar de la
posición que ahora estaban disfrutando ellos. Pero en los siguientes años se
iba a producir un cambio de escenario.
En 2010 volvió Ken a la
palestra TED con la charla “A iniciar la revolución del aprendizaje”. Su humor
había decaído sensiblemente y la actitud del respetable era mucho menos
esponjada; diríase que más doliente.
Creo que no me equivoco
al interpretar ese cambio: la primera había sido una charla creativa y libre pero,
paradójicamente, aconteció en ella la misma muerte que en su título anunciaba[3]:
la descalificación del sistema era una mala noticia y sentenció la muerte del
mensajero. El acto siguiente, en 2010, escenificaría el relevo de una época.
Quien tomó la palabra ya no fue el ancho pensamiento en su vibrante lozanía. A
aquel grito de libertad le había sucedido un menesteroso pensamiento enajenado:
¡Por favor!, inicien una revolución en el aprendizaje; ¡líbrenme de estas
cadenas!
Al final de esta
segunda charla, Ken personificó la rendición ante la industria: echando agua
sobre su encendido discurso renovador, claudica en favor de Kipps, Finlandia, Singapur…da igual. Y
con un gesto testimonial, al firmar las condiciones de paz, incluye una
cláusula a favor del ‘talento extraordinario de los maestros’, con la secreta esperanza
de que su arte logre un día
domesticar a la bestia mecanicista. Apenado, reconoce Robinson que soñó una vez
con una educación hermosa, fuerte y fecunda, pero que fracasó en darle vida. Y
nos ruega que protejamos ese sueño por si alguna vez se logra.
Quiero decir que comprendo muy bien el discurso de
Ken: su sueño y su impotencia. Pero más que con él, me veo identificado con
esos docentes de talento extraordinario
que cumplen su encargo de librar su misma batalla en otras arenas. Y porque aún
estoy en ello, he renunciado a presentarles una tarea convencional, destinada a
morir en el mismo momento de ser dada a luz. Sueño, al igual que muchos, con un
futuro coloresperanza y por eso y
porque he tenido la fortuna de encontrar mi pasión
y vivirla desde entonces a cada instante, no renuncio a la lucha y peleo
denodadamente contra la bestia.
Respecto a este trabajo final del curso, espero
haber contribuido con él a deshacer las dudas que durante la sesión presencial
se suscitaron entre los asistentes; y que responden a ese marco general que al
comienzo describí como “confuso”.
Yo estoy cerca de mi ocaso laboral y, lógicamente,
mi visión ahora es más profunda. Un pescador experto puede ver muy dentro del
mar si éste está tranquilo, y pescar; mi aspiración laboral y personal es
multiplicar esa pesca, facilitándosela a los que vengan detrás. Con todo
lo que hago quiero aportar mi granito de arena para serenar el ambiente, desde
el respeto y la experiencia, con confianza y buen ánimo.
El respeto me ayudó mucho a encontrarme con mi pasión, el motor para caminar, para caer
y levantarme. Y de hacer camino me vino la experiencia, y la confianza en el
futuro. No tiene nada de raro. La fuerza que encontré estaba en mí y en todo lo que me rodeaba, en la vida corriente.
Ella está detrás del rico patrimonio de occidente; ella hizo resistir y progresar
a nuestros antepasados. Rechazar y denigrar la tradición es una arrogancia y
una insensatez que nos deja desorientados y confusos.
El respeto hacia uno mismo nos predispone también
para encontrar esa fuerza. Nuestra sinceridad y coherencia nos capacitan para
descubrir nuestras fortalezas que el error social nos había hecho despreciar y
esconder.
El ‘talento extraordinario’ a menudo reviste formas
poco convencionales, aunque muy completas y fecundas. Para encontrarlo y
desarrollarlo (también en cuanto a tarea educativa) es necesario un itinerario pasional, que se inicia y se mantiene
desde el respeto. En mi caso,
contando con esa fuerza, logré seguir las huellas de mi imaginación, venciendo
resistencias de la moda e incomprensiones del sentir mayoritario. En todo
momento, ante esa oposición, la pasión asociada a la virtud (valentía,
paciencia, tenacidad y un largo etcétera) me fue abriendo paso.
Muchas veces me preparó mi imaginación un guion
teatral como recurso para neutralizar algunos obstáculos serios en mi desempeño
laboral y/o en mi desarrollo personal; proyectos escénicos multi-intencionales que
salían espontáneamente de mí como mejor respuesta a mis inquietudes y con más
proyección incluso de la que conscientemente yo hubiera podido prever. Para que
nos sirvan de ejemplo relataré tres de esas experiencias, del ámbito laboral,
en tres etapas educativas distintas y en tres contextos diferentes. La primera
siendo profesor en la Facultad de Educación, donde abordé una coyuntura laboral
delicada impartiendo una clase magistral; después como maestro, cuando
padeciendo una precaria posición docente, conseguí reforzarla con ocasión de un
Carnaval escolar; y en tercer lugar, una de hace apenas un mes que me sirvió
para atajar a un tiempo desconfianza y maledicencia ante el claustro de mi
instituto.
Aprovecharé esta última narración para terminar de poner
en práctica los contenidos teóricos actualizados en este curso sobre Altas
Capacidades.
Primer relato.- “Alarma la persistente pedagogía que no logra
“tocar” a los alumnos, dejando enterrados sus talentos.
Por otro lado, la alta morbilidad de los trastornos
del ánimo entre los docentes, invita a trabajar sobre su competencia emocional.
Mejoraríamos su bienestar y optimizaríamos su eficacia docente y orientadora.
Al mismo tiempo, por su virtualidad integradora promoveríamos también la
inteligencia creativa.
En cuanto a los universitarios, es general su
dificultad para concentrarse. Es un hándicap permanente, reflejo asimismo
de la inestabilidad del ánimo.
Por esa inquietud interior común, en aquel curso
académico había terminado por enturbiarse nuestro ambiente de trabajo. El
martes de carnaval yo tenía que lidiar esa situación enrarecida. Había
preparado la clase concienzudamente. Faltando diez minutos para el final,
mientras trabajaban contentos, me apoyé distraídamente en la pizarra para
quitarme un zapato. Después el otro. A continuación me quité el jersey y me
quedé en camiseta. Y luego en pantalones cortos. De esta guisa, alguien me
preguntó acerca del significado de “appeal”. Inmediatamente me vino una
anécdota a la cabeza, y dije: “Habrán oído sex-appeal, fíjense que una profesora en el instituto me dijo que
yo no tenía sex-appeal”. Aproveché lo cómico de la situación, sobreactuando con
adjetivos e interjecciones como it was
unbelievable!, y lo hice todo sin
solicitar su complicidad, sino actuando como si el contexto fuera normal.
Acto seguido, me enfundé en su presencia un traje de arlequín artesano, de
muchas texturas y vivos colores, y me maquillé. Mi pericia sorprendió a
mis alumnos. Al final, solicité su aplauso y nos despedimos. La performance,
sin hacer dejación de mi rol académico, fue impactante para ellos, que
esperaban un profesor a la defensiva dadas las circunstancias.
Igual que enseño evalúo: observando las
circunstancias, y dando lo mejor de mí mismo. Mi juicio evaluador
será una rúbrica que se irá enriqueciendo en función de mi confianza y
compromiso ante el futuro.”[4]
Segundo relato.- “Siendo yo un niño de 5 años, en un
pueblo minero asturiano, disfrutaba mi madre disfrazándome en Carnaval. Pero se
hacía aquello con cierta clandestinidad, pues a finales de los años 60 aún
estaba prohibida oficialmente esa diversión. Así que, en aquella atmósfera de
misterio, pasaba yo de pronto a convertirme en una mujercita, por ejemplo,
siendo varón. A la vuelta de los años aquella semilla de creatividad creció y
dio mucho fruto; cosechas dispares pero constantes...que aún florecen.
No estando yo para
muchas alegrías, y estando mi persona y capacidad más bien en entredicho, ese
espíritu creativo dio lugar a finales del año 2002 a un singular proyecto:
Ya podía uno encontrar
en Internet de todo y me enteré de los materiales que hacían falta para hacer unos
zancos de 55 cm. de altura. Después de eso conseguí las piezas en cuestión, que
por ser un tanto específicas me hicieron desempolvar no pocas habilidades
comerciales y de negociación; a continuación tuve que buscar el modo de
fabricar el producto puesto que yo no soy ebanista; y por supuesto pensar en la
seguridad personal, pues los 40 no son los 15 y resultaba obligado protegerse
frente a posibles caídas; con todo y con eso, empezar a practicar era aún un
reto demasiado grande para mis condiciones, así que no me quedaba más remedio
que implicar a alguien para que me apoyara en los primeros entrenamientos;
salvado ese último obstáculo, sólo me faltaba desplegar el dispositivo y
empezar; pero resultó que, en pleno invierno asturiano, la fase de entrenamiento
para una destreza tan poco convencional
y extraña a mis quehaceres habituales y en medio de las ocupaciones y
preocupaciones diarias, me demandaba una dosis muy alta de fuerza moral; había
que echarle ganas al asunto para afrontar la aparatosidad del plan y
culminarlo. Finalmente, entre brumas y soles, junto al esfuerzo y el deseo de
construir, la imaginación fue haciendo realidad su sueño. Hice felices a muchos
niños y mayores; participé en pasacalles y en la primera manifestación
ciudadana contra la guerra de Irak, señalando la prensa que había entre los
manifestantes uno sobresaliente. En estas imágenes tenéis el reflejo de ese
proceso de concebir ideas originales que tienen valor, al que llaman
creatividad.”
Puedes visitar el
canal de Julio Manuel Espina Fernández de YT y buscar estos vídeos:
https://www.youtube.com/watch?v=DfMJXkcar8g “BAILANDO CON ZANCOS"
https://www.youtube.com/watch?v=JyTteHcXYU4 "¡A LOS ZANCOS!”
Por otro lado, los que indico a continuación dan tres ejemplos de cómo
tratar las AACC desde el marco conceptual que incorpora los sentimientos –o el sentido- en la práctica educativa. (Me
han advertido de que es posible que los enlaces fallen a veces. Para asegurarme
de que la información esté accesible, doy a continuación una referencia textual
que se puede usar con un ‘copia y pega’ una vez que se haya accedido a Youtube
y/o Facebook):
-Para el modelo de “Velocidad de Crucero con propulsión por alegría” (Canal
de Julio Manuel Espina en Youtube) →
"Teresa 8 años y 4meses".
-Para el modelo de “Aceleración” →
“Dave Crosby y su hija 2:26"
-Para el modelo de “Intervención sobre el profesorado induciendo una
mentalidad de innovación” (Pág. de Julio Manuel Espina en Facebook) →
“Crear es algo al alcance de todos”
En el centro donde
trabajo me tienen por un tipo raro porque se me ocurren cosas para mejorar la
enseñanza e intento implementarlas. Algunos, en el fondo, piensan que hago lo
correcto, pero se cuidan muy mucho de que no se les note. Lógicamente me lo
paso mal y me dan ganas de acomodarme y abandonar la lucha. Pero una voz
interior – llámese conciencia, higiene mental o como se quiera— me impulsa a
seguir. He aprendido a hacerle frente al acoso laboral, a que te hagan el vacío
o faenas de todo tipo, a vivir con las dificultades que me salgan cada día al
paso (aunque esto aún no lo domino), y a cambio puedo disfrutar mucho de los
momentos buenos de mi profesión, que también los tiene.
La verdad es que,
aunque quisiera, no podría meterme en la onda de muchos de los compañeros con
los que he trabajado, que a menudo se buscan en el centro entretenimientos que
nada tienen que ver con la enseñanza.
Mis propuestas
raramente son aceptadas y a pesar de eso, después de 31 años, sigo
sugiriéndolas como el primer día; milagroso, pero es la verdad. A fuerza de ser
piedra rodante he perdido muchas aristas y me deslizo mejor. Ya no estoy tan
pendiente de mi futuro y tomo decisiones con menos desgaste emocional. La criba
a que he estado expuesto me ha hecho crecer como persona y como profesional, en
todos los aspectos. Como he dicho, no he renunciado a intentar mejorar la
enseñanza y de hecho trabajo mucho más que antes, pero ya no confío tanto en
mis fuerzas como en que tendré ocasiones en que mis aportaciones tengan eco. De
hecho, con esta actitud estoy teniendo un feedback
cada vez más positivo.
A lo largo de mi
carrera he diseñado y presentado oficialmente distintas campañas; proyectos de
innovación, de dirección de IES, de mediación, de colaboración inter-centros;
equipos de investigación; plataformas de trabajo social cooperativo; denuncias
activas e implícitas de políticas, dejaciones y negligencias nocivas para la
convivencia y la vida ciudadana; también he expuesto públicamente en
televisión, en congresos, encuentros, presentaciones, charlas, foros y redes de Internet, en artículos para
revistas y periódicos y en libros, mis ideas y experiencias en torno a la
innovación docente, con especial énfasis en la igualdad, la transparencia y la
atención a la diversidad; he ofrecido mi apoyo extra-laboral con toda mi
experiencia en el campo educativo-sanitario a las autoridades regionales y
locales… Pero tal vez por haber hecho todo esto he conseguido muy pocos
resultados en términos cuantitativos.
Hoy estoy de baja por
bronquitis. Unos días antes de ir al médico tuvimos un claustro de profesores,
en el que comencé diciendo que, inexplicablemente, tenía que trabajar con
abrigo y guantes.
En la corriente de aire
frío que generan en torno a sí los cuerpos cálidos, danzaba últimamente ante
mis ojos el viejo fantasma de “tú no vales para la enseñanza porque no te
coordinas”; cada vez que le hacía caso, se agolpaban mil ideas en mi mente,
dándose empujones para salir. Menos mal que, avezado ya en estas lides, no les
permito asomar la nariz en cuanto llega a la mía su tufillo. Pero permítanme
que, antes de seguir explicando cómo abordo la identificación de las
necesidades educativas de los AACC, haga un paréntesis para dar unas pinceladas
de fondo que hagan resaltar el meollo de ese tema.
El rostro de la
creatividad es el de un ser vivo inteligente en armonía consigo mismo y con su
entorno, que brilla cuando es preciso como las bombillas de los tebeos.
Cierta organización
hace anualmente un rastrillo que suelo visitar porque ofrece cosas
interesantísimas a muy buen precio. El caso es que llené un carrito por valor
de unos 120 euros con más de veinte artículos, muy diversos pero con la nota
común de ser todos muy buenas compras. Todos, excepto uno. Me habían advertido
que aquella cafetera express de dos servicios no estaba garantizada, pero no sé
por qué, a pesar de todo, me la llevé. No tardaría en comprobar que,
efectivamente, no funcionaba y sin demora la revisé pensando que podría
solucionarlo fácilmente, pero no fue así. Una semana estuvo en stand-by en la
encimera, el tiempo máximo que un artefacto inservible puede exhibirse en mi
cocina sin hacer peligrar la convivencia. De allí pasó al recinto de
almacenamiento temporal, donde era previsible que pudiera permanecer en torno a
un mes antes de suscitar diálogos inconvenientes. Ya estaba rebasando ese
tiempo en el ángulo oscuro de la habitación de invitados, cuando brilló de
pronto en mi mente la lámpara maravillosa.
Este año, durante el
Adviento, estuvo el instituto más triste que nunca, con una decoración
testimonial, que de puro escasa, daba más pena que otra cosa. Los adornos
navideños brillaban por su ausencia, en sintonía con el crespón gris que luce
últimamente nuestra enseña nacional.
Estas cosas – los
símbolos – ocupan en nuestra cpu un
lugar distinto al resto, la mayor parte del cual lo almacenamos en los
casilleros de la deducción analítica. Su activación utiliza mucha más memoria ram porque se archivan en estructuras
profundas y complejas.
Íbamos pues, mis
circunstancias y yo, pasando un día frente a unas oficinas de una empresa de
marketing y merchandising del barrio, cuando vi unas grandes cajas forradas con
papel de regalo apiladas junto a un contenedor de la basura. Cogí tres de ellas
como pude – más de 1 m³ en total– y también una estrella de dos metros de largo
que doblé a la mitad para el transporte, y caminé con esa carga y a tientas
hasta mi casa, como un Papá Noel desorientado que hubiera perdido su mágico
trineo.
A la mañana siguiente,
temprano, con la colaboración de los alumnos, ya había ocupado su sitio en el
instituto la ilusionante carga, a la puerta de mi aula de Apoyo, organizadas
las cajas a modo de pedestal para un improvisado Rey Mago que, con algunos
elementos de disfraz y una pizca de gracia, cumplía bastante bien su función de
actualizarnos en el ambiente cultural propio.
Y con eso se fue
disipando mi bruma interior por aquel vacío de sentido y aflorando en su lugar
la alegría de vivir que mis alumnos necesitan tanto como el comer[5].
Al desmantelar el
decorado, gocé recordando el bien que nos había hecho aquella acción creativa;
y anticipándome a una posible repetición de circunstancias en el curso
siguiente, decidí no deshacerme del socorrido atrezzo. La estrella, doblada, la dejé sobre un armario del pasillo
y la más pequeña de las cajas me la llevé al departamento, donde descubrí
complacido que cabía justamente en la caja de cuadros con asas de los chinos
que días antes, no necesitándola en casa, me había atrevido a poner en un
rincón del departamento, esperando guardar en ella no se sabe qué. Mientras
tanto, las otras dos, hasta que el tiempo comunicara sus órdenes, las había
dejado en el mismo lugar donde habían reposado al principio, aunque ya con otro
significado (?).
Volviendo al tema que
nos ocupa, decíamos que el genio de la lámpara aparece cuando realmente lo
necesitas, y de pronto me invadió con su resplandor sugiriéndome el modo de
ahuyentar a aquellos fantoches que otra vez volvían a darme la lata con la
copla de “tú-te-verás-en-ruinas-porque-no-te-coordinas”.
En un momento, el genio
me hizo entender el plan. Como en una simulación de ordenador, se levantaron
del reposo en el que dormían, al mismo tiempo, cafetera, caja china transformada
en caja rusa, pamplinas de la coordinación y fríos del invierno.
El día del claustro,
fijado en hora taurina, llegué al centro un ratito antes de lo necesario,
llevando en una bolsa de basura el artefacto express. Y empezó la diversión. El
genio lo tenía todo medido, pesado y contado. A solas en el departamento
comprobé asombrado que el tamaño de la caja interior era perfecto para albergar
el dispositivo disuasorio de fantasmas. A efectos escénicos, troquelé con un
cuter tres aristas de una de las dos caras chicas de la caja, e introduje por
allí el objeto. Después volví a colocar la caja dentro de la de cuadros y llevé
el bulto a un rincón discreto a la salida de una de las puertas menores del
salón de actos.
No fue fácil esperar al
turno de ruegos y preguntas, pero todo llega y de los 153 profes presentes en
el acto fui el primero en levantar la mano. Unos minutos antes, con la excusa
del móvil, había empujado la barra de la puerta auxiliar y en un abrir y cerrar
de ojos tenía colocado ante los del público, en una esquina del escenario, el
misterioso paquete. Mientras la mesa iba dando fin a su turno y paso al del
público, ya no estaba éste muy atento a lo que se decía porque desde la
penumbra de mi asiento estaba yo iluminando con una linterna al nuevo
protagonista y trazando sobre él círculos de luz roja con el láser de mi hija.
A todo aquel público le
había enviado un correo una semana antes con el enlace al famoso vídeo de la
pecera, el del juicio a la educación tradicional. Aquel en el que se dice que
nuestro sistema educativo es intelectualmente abusivo porque cercena la
creatividad e impone un pensamiento de la educación único y lineal.
Levantándome de mi asiento y acercándome a la esquina de acceso al escenario,
me dirigí a un tiempo a la mesa y al público anunciando que iba a hacer tres
ruegos.
En la junta de
evaluación de diciembre, mi timidez y el cansancio del trimestre, agriaron mi discurso y me faltó mesura a la hora de
criticar al sistema educativo-sancionador, que condena a los peces por no saber
trepar; metí entonces a todos los presentes en el saco de la culpa por
colaborar en el mantenimiento de ese desorden y comprendí más tarde que tal vez
alguno tuviera justas razones para guardar silencio en semejante ocasión. Y mi
primer ruego en el claustro fue pedir disculpas sobre este particular.
A continuación, por
enésima vez, denuncié el abuso que firmas comerciales estaban haciendo
publicitándose en los pabellones de las aulas y rogué que se retirasen esos
anuncios.
Finalmente, recordando
a los compañeros el contenido del famoso vídeo sobre la educación tradicional y
su responsabilidad en el fracaso escolar de muchos alumnos, y a propósito del
elogio que en el mismo se hace de la educación finlandesa y la opinión que
vierte de que se basa en la colaboración, refresqué la memoria del claustro acerca
de mis repetidas intervenciones pidiendo que los horarios fueran colgados en la
red para facilitar su optimización y ganar con ello tiempo para la
coordinación, tiempo que pudiera servir, aclaré, para iniciar el inaplazable
debate educativo a fondo; y con ese preámbulo les anuncié que mi último ruego
iba en ese sentido.
Acercándome al paquete
y sobreactuando el punto de que iba a desvelarles un hallazgo único por su
virtualidad para generar coordinación, levanté la caja de cuadros, que había
puesto en el estrado boca abajo para facilitar la extracción de la segunda, y
la retiré, luciendo y poniendo en vertical la de regalo; inmediatamente abrí la
tapa previamente perforada y agarrando la bolsa azul por el cuello tiré de ella
hacia arriba, levantando a un tiempo bolsa y atención del público.
Retiradas hacia el foso
ambas cajas, quedó la bolsa sola, y aflojando el lazo descubrí ante todos la
vieja cafetera y sin perder un instante deshice su perplejidad explicando que
con una pieza de esas en cada departamento se evitaría la diáspora cafeteril
del recreo y se podría ganar esa media hora para una coordinación de calidad, y
a partir de ahí irle devolviendo a esa palabra su verdadero significado de
colaboración e ir destapando la farsa de llamar coordinación a lo que,
tristemente, no venía siendo apenas más que engañosa y estéril subordinación.
Algunos entendieron la
propuesta al pie de la letra y otros no entendieron que eso fuera un ruego.
Pero yo confío que a unos y a otros el genio de la lámpara les visite con su
luz maravillosa y les haga entender que es una auténtica contradicción que
entre todos los sectores de actividad sea precisamente el de la educación el
más resistente a incorporar cambios, que en definitiva son la esencia de la
vida.
La tesis que se revela
como trasfondo de mi trayectoria docente es que la identificación y adecuada
atención educativa de las capacidades de los AACC, y de las de todos los
alumnos en general, empieza por despertar en el profesorado la conciencia de
que su tarea va más allá de exponer una serie de contenidos conceptuales y
procedimentales. Y que la desatención de esas otras dimensiones supone la
negación del acto educativo mismo –el que a partir de una relación de confianza
promueve cambios en el interior del individuo que le hacen capaz de construir
conocimiento útil durante toda su vida- y es, de hecho, la principal causa de
la disfunción de nuestros sistemas escolares. (Entrevista a Ken Robinson en el
2016 para un diario español: “Pagamos un precio muy alto por desterrar los
sentimientos de la escuela”).
Por supuesto que es
urgente para los AACC y para todos los demás que surja una nueva mentalidad
docente abierta a incorporar otras formas de trabajo pero, en 150 años de
existencia, los sistemas escolares se han mostrado tardos y remisos en abordar
reformas y no va a ser ahora distinto. Por otro lado, es cierto que un nuevo
paradigma cultural está llamando a nuestra puerta y nadie sabe cómo va a
evolucionar la sociedad y la educación, lo cual no deja de ser también un
motivo de esperanza. Pero hay que seguir insistiendo a tiempo y a destiempo,
sin desanimarse, presentando de la forma más atractiva posible proyectos de
cambio que abran puertas a los alumnos y hagan asomar en los corazones
claridades de un nuevo amanecer.
Para ser honesto debo
decir que estoy convencido de que el perfeccionamiento docente va asociado al
perfeccionamiento de los docentes y que nadie mejorará realmente como profesional sino progresa en virtud en
lo personal: Paciencia, mesura, equilibrio, constancia, ecuanimidad, dominio de
sí, humildad, capacidad de asombro, resistencia a la frustración, empatía
verdadera, deseo de superación, y un largo etcétera.
Los criterios que nos
han sugerido los tutores para la confección de esta tarea final han sido muy
tenidos en cuenta por mí. A partir de la atenta lectura de los nueve módulos
on-line y del estudio de algunos de los enlaces propuestos; combinando todo
ello con la reflexión especulativa desde miradas cerebrales complementarias
(esto es, dejando reposar los contenidos y decantarse el producto con los
filtros de la experiencia y del estilo de aprendizaje personal), trabajando mi
cerebro según su modo plástico habitual de resolver problemas, terminó
formulando un esquema de respuesta –creativo, claro- que tras peinar los flecos
con el tamiz de los muchos años de oficio, dio como resultado este ejercicio
que están ahora ustedes evaluando. Espero que las mismas destrezas que resalto
como principal valor del mismo, sean también para ustedes motivo de estima y
les permitan discernir con acierto cuál ha sido mi desempeño y aprovechamiento
del curso que Vds. han impartido. GRACIAS.
[1]
Este acrónimo es una variación del título del curso que ha dado origen al
presente texto “Detección de alumnos con Altas Capacidades (AACC)”. He querido
incluir las BB de ‘Bajas’ como homenaje a todos los que han gastado su vida (o
parte) para hacer un mundo mejor, convencido de que fuera cual fuera su
contribución, ninguno de nosotros está en condiciones de valorar su alcance.
Resulta así que AABBCC es icono de verdadera innovación
porque aspira a que cada cual, desde el respeto a la tradición –al ABC- tenga
la ayuda adecuada para potenciar sus capacidades, sean las que sean, de modo
que la educación sirva para multiplicar y no para dividir.
[2]
En 2006 citó Ken con admiración y aprobación del público a Abrahán Lincoln en
un discurso al Congreso de los EEUU, en momentos difíciles. Proponía coger el
toro por los cuernos con soluciones nuevas (pensar de nuevo, con nuevas
categorías, y actuar de nuevo creativamente).
[3] “¿Matan
las escuelas la creatividad?
[4] M.
Espina.- El Quid del Éxito Académico.
Berlín 2012
[5] Porque
nadie da lo que no tiene. Y la alegría (“la pasión”) es un ingrediente
imprescindible para cualquier aprendizaje significativo.